jueves, 9 de enero de 2014

Cuadro del niño llorón

Bruno Amadio, un pintor que pasó sus días con más pena que gloria y al que le ha sobrevivido una leyenda negra y oscura. Su colección “Los niños llorones”, dicen que está maldita, que sus cuadros son una puerta para pactar con el diablo y que terribles desdichas recaen en todos aquellos que se atreven a colgar uno de esos óleos en las paredes de su hogar.
Se dice que estos cuadros atraen desgracias a quienes lo poseen. No obstante, ha sido el cuadro de mayor difusión de este artista, siendo muy solicitadas sus reproducciones en países como España o Inglaterra. 
Frustrado por su nula fama como artista, Amadio hizo un pacto con el diablo para que sus pinturas tuvieran éxito en la sociedad. A partir de entonces realizó cuadros en los que aparecen niños llorando. 

Todos estos cuadros tienen una oscura leyenda que acompaña a estas obras ya reconocidas por todos como las de"el pintor maldito", y es que, no se sabe como, empezó a circular el rumor de que los niños representados en los cuadros eran residentes de un orfanato y que todos ellos murieron abrazados en un incendio
Lo cierto es que algunas casas donde se exhibían estos cuadros se incendiaron, quedando, para asombro de bomberos y propietarios, los cuadros intactos entre los restos calcinados… 
La cuestión es que, de la noche a la mañana, sus cuadros se hicieron muy populares y a mediados de siglo eran un tesoro preciado del que se hacían cientos de reproducciones todos los años. 
A más de uno les sonarán las caras de estos niños pues más de una de nuestras abuelas seguro que lució una de estas copias en el salón.
Cuentan, que en determinadas fechas, si uno se ponía delante del niño llorón podía pactar con el diablo, y éste te podía mirar directamente a los ojos a través de los enrojecidas y llorosa mirada del niño.Hoy en día todavía quedan muchos de sus cuadros en circulación, y todavía son muchos los que aseguran que en sus hogares suceden hechos extraños. 





















Aquí les dejo el testimonio de Marilyn Recio
Cuando mis amigos me preguntaron por qué había quemado el cuadro tuve que responderles con otra pregunta:
¿Alguno de ustedes ha sentido alguna vez cómo que los ojos de un cuadro o una foto te sigue a dónde vas?

Exactamente eso fue lo que me ocurrió hace un par de meses cuando un domingo en la tarde entré en la galeria de arte y antiguedades, Soleil.  Entré por desidia, estaba aburrido y me dispuse a contemplar las obras de arte. Un cuadro en particular llamó mi atención, "El Niño Lloron", por Bruno Amadio.  Me detuve un largo rato ante este rostro tan hermoso.  A pesar de sus lágrimas había algo cautivante en su mirada; una mezcla de tristeza, súplica, y abandono.  Mientras avanzaba por el salón pude ver por el rabillo del ojo que me miraba, le devolví la mirada. Esos ojazos azules, intensos, me llamaban, me perseguían, no podia dejar de mirarlos. ¿Querrían decirme algo?  Nunca me había ocurrido algo semejante.  Dicen que cuando el artista pinta un cuadro plasma sentimiento, lo que siente en ese momento, o lo que quiere trasmitir.  Es cierto, no me pude resistir, lo compré.

Desde que lo colgué en mi habitación su mirada se tornó mas intensa. Durante el día sus ojos eran como cuchillos que se clavaban en mi alma. En las noches sentía el llanto de un niño y cuando encendía la luz y miraba el cuadro sus ojos llorosos replandecían.  En una ocasión, sentí una gota de agua caer sobre mi frente, supuse era una lágrima.  Aterrorizado, llamé a la galeria de arte y antiguedades dónde lo compré y me contaron que el cuadro tenía una leyenda. El "niño llorón" fue pintado en un orfanato  que luego se incendió, no pudiendose salvar el  espirtú del pobre niño quedó atrapado en el cuadro. El artista pintó una colección de 27 "Niños Llorones", siendo este el más cotizado. El pintor pretendía mostrar el horror de la guerra en las lágrimas de los niños desdichados y huérfanos.  En  los años 50 fueron muy populares, pero al final de los 70 se extendió como polvora rumores y testimonios de la mala suerte que atraían los cuadros.  Según el propietario de la galería tenía dos opciones, o quemar el cuadro o trasmutar el sentimiento de abandono y miedo del niño por sentimientos de amor y aceptación. 


Este quizá sea uno de los más famosos, pues se dice que al girarlo se ve a un pez devorando al niño.







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